miércoles, 25 de febrero de 2015

A la soga

Unas chicas juegan a la soga, con dos sogas. Son adolescentes. Luego vendrán más y hasta un chico se unirá a ellas. Juegan en horas de la mañana y su visión me trae encontrados razonamientos.

Por una parte, de alegría, pues después de muchos años veo a unas jóvenes jugando a algo que era visto a diario en mi niñez y juventud. Pienso en los beneficios de estos juegos en los que se conjugan los saltos de unas con los movimientos de los brazos que otras dan al hacer girar las sogas. Juegan con el cuerpo y con la mente en una buena coordinación. Pienso en que hoy los gustos han cambiado y que proliferan los Candy Crush de las redes sociales que enganchan hasta a personalidades del Estado...

Por otra parte me preocupo porque estas niñas están en horas de clase (según creo) en el parque. Pienso si será la hora del recreo y que el Instituto queda cerca. Luego me acuerdo de que he oído decir que los estudiantes han convocado huelga por los últimos cambios que pretende introducir el ministro de Educación en la Universidad, y me voy tranquilizando...

Claro que, me tranquilizo por estas niñas y por el chaval éste en particular pero quedo intranquilo por la juventud en general. Pienso -sigo pensando- en lo mal que lo tienen lo jóvenes hoy en día. Y sigo mi camino preocupado... porque las personalidades del Estado poco hacen, al parecer, para mejorar su futuro.

jueves, 19 de febrero de 2015

Días fríos

En estos días de acusado frío nos apetecen los lugares cerrados pues el pasear se hace incómodo por el pelete reinante. Y un lugar cerrado en el que hemos estado ayer, no tanto por el frío sino por lo que nos ofrecía, fue en la Casa de Colón de Las Palmas dentro de cuyos muros tuvimos el calor que buscábamos y además pudimos gozar de una excelente colección cuyo título nos había animado a entrar. Se trataba -se trata pues la exposición estará abierta hasta fin de mes- de Los Caprichos de Goya una de las cuatro series que el genial pintor de Fuendetodos nos dejó en grabados inmejorables. Consta esta colección de Los Caprichos de 80 láminas de pequeño tamaño en las que Goya nos da su visión crítica de lo que veía a su alrededor en la España que le tocó vivir que no difiere mucho de la España en la que vivimos nosotros, y eso que han pasado nada menos que doscientos años. La exposición ha sido dividida en las siguientes secciones: El sueño de la razón, La Religión, La Educación, El matrimonio y La Educación.

Según nos dice el programa de mano, Los asuntos tratados componen un retablo vivo de vicios y defectos humanos y tienen que ver con la religión, la moralidad, el amor, el matrimonio, la seducción, el rapto, la violación, la superstición, la brujería, los desmanes de la Inquisición, la vanidad o la charlatanería.

Comoquiera que nos anuncian más días fríos les proponemos que nos imiten. La exposición, estamos seguros, nos les defraudará. 

    

martes, 10 de febrero de 2015

El funambulista

Alguien, con espíritu funambulesco, vio ante sí la ocasión que había estado esperando durante toda su vida. Había visto un cable en las alturas que le iba a permitir dar rienda suelta a su vocación. La ocasión la encontró en el parque. De una torre a otra de luminarias instaladas para alumbrar el campo de deportes vio lo que andaba buscando y no lo pensó. Sopesó durante unos segundos los riesgos y al no ver ninguno se aventuró a trepar hasta lo más alto y después, pasito a pasito, intentó ir de un extremo al otro del cable. Le faltó un detalle. No se había dado cuenta que los profesionales usan para andar sobre la cuerda una larguísima vara con la que consiguen mantenerse en equilibrio, allá arriba en las alturas. Nuestro desconocido amigo no consiguió el equilibrio y tampoco el aplauso de las gentes. Por ello, tristemente enfadado, lanzó sus botas a lo alto. Éstas quedaron colgando del cable en recuerdo de su pretendida hazaña.

jueves, 5 de febrero de 2015

En los jardines

Quienes de pequeños tuvimos la suerte de vivir en casa terrera con patio y azotea nos acordamos de las plantas nuestras que teníamos en macetas y en cacharros por doquier. Eran, decimos, plantas nuestras de las que, como de nuestros perros de entonces, podemos decir sin sonrojo que no tenían pedigrí. Eran además plantas con nombres cariñosos que aprendimos de nuestros mayores: periquito, orejas de gato, mimos y capa de la reina... son algunos de ellos. Ahora, viviendo en casas de bloques sin azotea propia ni patio que cuidar, el tener estas plantas se nos queda tan solo en un sueño y por ello -y demos gracias a que las tenemos- nos hemos de conformar con verlas en los bien cuidados jardines de la ciudad; como ocurre, con este manojo de capas de la reina florecidas que hemos visto en el parque cercano a casa. Capas de la Reina con sus hojas grandes acorazonadas de verde intenso, y flores amarillas que son un primor.